Chile celebra este domingo elecciones presidenciales con una novedad que se perfila como el factor más determinante: por primera vez en su historia, el voto no será solo un derecho, sino también un deber ineludible para los 15,6 millones de chilenos llamados a las urnas, según los expertos, multiplica la incertidumbre y podría acarrear sorpresas.
El voto obligatorio, sancionable con multa y solo excusable ante la policía, duplicará la participación de la primera vuelta presidencial de 2021. Esto fuerza a votar a una gran parte de la población apolítica , en un país que, desde la revuelta popular de 2019 («estallido social»), ya ha celebrado 13 procesos electorales.
Precedentes de voto obligatorio y censo automático
El único precedente que combina voto obligatorio y censo automático son los dos referéndums constitucionales celebrados en 2022 y 2023, en los que ganó el «no» a la reforma de la Constitución emanada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1989), y las últimas municipales, que certificaron un importante avance de la ultraderecha.
Las únicas excepciones para eludir la obligación son acreditar una discapacidad, encontrarse enfermo, estar ausente del país o a más de 200 kilómetros del lugar del voto, o desempeñar funciones dentro de la ley electoral, así como otro impedimento grave debidamente justificado.
«Por teoría, las personas que no están politizadas deberían votar por un candidato más bien centrista. Los candidatos que estén más cerca del centro, lograrán llevarse a los indecisos», explica Kenneth Bunker, politólogo de la Universidad Académica San Sebastián.
Mientras que, en el extremo derecho se posicionan tanto Johannes Káiser (Partido Nacional Libertario), como José Antonio Kast, del Partido Republicano y perdedor de los pasados comicios, que pugnan con la derecha tradicional, liderada por la exministra Evelyn Matthei, hija de un general de la Junta mIlitar golpista, por pasar a la segunda vuelta.
En la izquierda, parece seguro el triunfo de la también exministra Janette Jara, que lidera la coalición progresista y carece de competidor en su extremo.
«Kaiser no solo tiene un discurso que es diferente al resto, sino que también lo hace en distintos canales, los que son más modernos. Hay cierto aspecto de genuidad cuando el candidato también es nuevo», explica Kenneth Bunker.
La migración otro factor
El tema de migrar ha sido uno de los ejes centrales de la campaña, con casi todos los candidatos proclives al control de las fronteras para frenar el aumento del flujo, mientras el creciente peso del electorado extranjero convierte al voto migrante en un factor imprevisible.
Y con la derecha y la ultraderechista asociando este fenómeno a la delincuencia y a la inseguridad, el problema más acuciante para los chilenos.
Los migrantes provienen principalmente de Colombia, Perú y Bolivia, pero tienen especial relevancia también quienes llegaron de Venezuela.
Expertos consideran que el dilema de estos votantes oscila entre las convicciones y el pragmatismo, pues a nivel ideológico se presume que tenderían a alejarse de los sectores izquierdistas por lo ocurrido en sus países de origen y optarían por partidos de derecha, que incluyen en sus programas el cierre de fronteras y la deportación de inmigrantes en situación irregular.
«Tiendo a pensar más en el pensamiento racional, en el voto racional. Hoy día, los inmigrantes que van a estar en Chile van a querer preservar su bienestar y su patrimonio votando por quien garantiza más eso», intuye el politólogo.
En este contexto, Chile afronta un proceso electoral inédito y azaroso, con poca certidumbre sobre cómo se comportarán tanto los migrantes como esa masa de ciudadanos que no solían votar y que lo harán por primera vez de forma obligatoria, un grupo que se calcula representa más del 50 % del censo.
Información: EFE
Foto: Referencial
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