Desde la mirada de la radiodifusión sonora, que transmite, difunde, educa y enriquece, en este recorrido turístico, natural, cultural y patrimonial, hablaré de Quíbor, capital del municipio Jiménez, estado Lara y de algunos de sus elementos asociados, declarados Bien de Interés Cultural por el Instituto del Patrimonio Cultural (IPC), según Providencia Administrativa N° 003/05 del 20 de febrero de 2005, publicada en la Gaceta Oficial N° 38.234 del 22 de julio de 2005.
Quíbor, municipio Jiménez, está dividido en 8 parroquias: Coronel Mariano Peraza, Cuara, Diego de Lozada, José Berardo Dorante, Juan Bautista Rodríguez, Paraíso de San José, San Miguel y Tintorero. Su economía se basa principalmente en la agricultura y la artesanía. El trabajo textil en el valle de Quíbor fue una de las fuentes de riqueza económica de la región durante el siglo XVI, XVII y XVIII. El valle de Quíbor fue ocupado por los conquistadores a mediados del siglo XVI, y se inició como pueblo de doctrina en 1609, por órdenes de Fray Antonio de Alcega. Ya para 1754, la población indígena pasó a ser administrada por el curato ordinario, convertida así, en parroquia. Está conformado por un conjunto urbano con edificaciones de características tradicionales, distribuidas en torno a un espacio central donde se localiza también la Plaza Bolívar y el Templo Parroquial.
Sus edificaciones muestran sistemas constructivos tradicionales con características volumétricas y formales de fachadas continuas que le dan una imagen de valor contextual al lugar. Además, se localizan tres inmuebles como la Iglesia Nuestra Señora de Altagracia, la Ermita Nuestra Señora de Altagracia y el Cementerio del Boulevard de Quíbor. A mediados de la década de los 60, un grupo de maestros y artesanos de la Escuela Artesanal La Ermita, iniciaron el acopio de vasijas, collares y restos humanos recuperados en el valle de Quíbor. La aparición del Cementerio Aborigen Boulevard de Quíbor, así como los objetos antes mencionados, motivó la fundación del Centro Científico, Antropológico y Paleontológico del estado Lara en la ciudad de Quíbor en el año 1965, al cual se le otorgó como sede el local del antiguo Puesto de Salud, que para ese entonces estaba mudándose a una nueva edificación hospitalaria. Posteriormente, en 1981, este centro de investigación se transforma en el Museo Arqueológico de Quíbor, constituyéndose así en un ámbito de estudio, conservación y difusión del patrimonio.
Al presente, el pueblo de Tintorero, una de las parroquias que integra el municipio Jiménez, se desarrolla como uno de los núcleos donde la producción de los telares multicolores, hechos en algodones previamente teñidos de color, es mayor que en el resto de otras localidades aledañas. Los tejidos como los cobertores de cama y de mesa, hamacas y masaya, suelen exponerse en los solares de las casas y en los talleres. También se realiza el tejido de capellada, muy similar al de la elaboración de las hamacas, solo que esta vez el telar es más pequeño y acorde con lo que se pretende confeccionar. Tintorero, albergando experiencias, demostrando tenacidad y proyectándose al futuro promisor con una vida de pueblo ejemplar. Vida esta que le ha valido para ser merecedor del Premio Nacional de Cultura Popular “Aquiles Nazoa”. Sitio famoso, tierra de Juan Evangelista Torrealba y Sixto Sarmiento herederos del arte del tejido quienes dedicaron toda su vida a la elaboración artística-utilitaria de Cobijas, tapices y Hamacas, fabricadas en lana de oveja para la época. La presencia artesanal de Tintorero va más allá del país y se expande como punto de referencia internacional por la excelencia del trabajo artesanal.
El municipio Jiménez, es un reflejo enriquecedor de la historia y la identidad de su población. El trabajo colaborativo entre diferentes sectores de la sociedad, es fundamental para desarrollar una visión integral sobre la protección y promoción del patrimonio cultural, implementando propuestas, programas, actividades y proyectos, aunado a la sensibilización de prácticas ejemplares o de buenas prácticas del patrimonio cultural, que han de incentivar a la población a involucrarse más activamente en la preservación de su identidad cultural. La educación formal, no formal e informal, son claves para asegurar que las nuevas generaciones se sientan orgullosas de su herencia cultural. Así como la continua valorización y promoción del patrimonio cultural, que no solo enriquece la vida de los habitantes, sino que también, contribuye a la diversidad cultural del país, promoviendo un legado que trascienda generaciones.
Columna de opinión Danfny Velásquez