Luego del fallecimiento de un papa, en la Iglesia católica, la figura del camarlengo juega un papel importante. Es el funcionario de la curia pontificia, cuya función es administrar los bienes y los ingresos de la Santa Sede, quien la gobierna temporalmente en sede vacante.
Cabe destacar que esto se reguló en la constitución apostólica Pastor Bonus, de 28 de junio de 1988, donde el camarlengo ha de ser un cardenal, y uno de los miembros principales de la curia, nombrado por el papa.
Cuando un papa muere, como ocurrió recientemente con el fallecimiento del Papa Francisco, el pasado 21 abril de 2025, el Vaticano no entra en caos, sino que se activa una liturgia milimétricamente orquestada.
En este sentido, el primer hombre en entrar en escena es el camarlengo, una figura cargada de simbolismo y deberes administrativos cruciales. Actualmente, este cargo lo ocupa el cardenal Kevin Farrell, irlandés de nacimiento, pero con una larga carrera eclesiástica en Estados Unidos. Farrell está en estas funciones desde el 14 de febrero de 2019.
El anterior camarlengo fue el cardenal Jean-Louis Tauran, quien falleció el 5 de julio de 2018.
Funciones del Camarlengo
Es de resaltar que su labor no es política ni espiritual, sino esencialmente logística y administrativa. La responsabilidad más importante del camarlengo es la relacionada con la determinación formal de la muerte del Papa.
El procedimiento tradicional para este momento comienza cuando el camarlengo, situado al lado del lecho de muerte del romano pontífice, llama a este con su nombre de pila y apellidos –tres veces, con una diferencia de tres minutos entre cada llamada-; acto seguido, golpea suavemente la cabeza del papa.
Después de que el papa fallece, el camarlengo quita el anillo del Pescador de su dedo en presencia de los cardenales y luego procede a destruirlo con un martillo, junto con el sello oficial de plata del pontífice.
Estos actos simbolizan el final de la autoridad del papa. Finalmente, el camarlengo procede a cerrar las puertas que dan acceso a los aposentos privados del papa, ante la presencia de los cardenales prefectos y del secretario de Estado.
En este orden de ideas, se comunica la noticia a los dignatarios principales de la curia romana, al decano del Colegio de Cardenales y al vicario general de Roma quien, a su vez, lo da a conocer a la opinión pública.
La Sede Vacante
Es en este momento cuando se da inicio a la sede vacante, conformada por los preparativos de las exequias del pontífice y el llamamiento a cónclave por parte del decano del Colegio Cardenalicio. En esta oportunidad se llevará a cabo, de acuerdo a las noticias, el próximo 7 de mayo.
En palabras de muchos, el camarlengo es el “guardián del vacío”, el que mantiene la maquinaria católica en funcionamiento mientras la Iglesia está entre pastores.
Por otra parte, el camarlengo, durante la sede vacante, también actúa como jefe de Estado en funciones de la Ciudad del Vaticano. Sin embargo, durante este tiempo, no es responsable del gobierno espiritual de la Iglesia católica.
La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis (22 de febrero de 1996) encarga esa tarea al Colegio Cardenalicio; a pesar de ello, el poder de gobierno que se les otorga es muy limitado, siendo solo lo suficiente como para permitir que las instituciones de la Iglesia sigan funcionando y realicen algunas funciones básicas.
El camarlengo, sin embargo, debe permanecer en el ejercicio de su cargo durante la sede vacante, a diferencia del resto de la curia romana. La otra persona que se mantiene en su cargo es el penitenciario mayor.
El decano del Colegio Cardenalicio
El otro gran protagonista en las sombras es el decano del Colegio Cardenalicio, cargo ocupado hoy por el cardenal Giovanni Battista Re, veterano de la diplomacia vaticana y uno de los más experimentados miembros del Sacro Colegio.
A diferencia del camarlengo, el decano no se encarga de tareas administrativas, sino de presidir las congregaciones generales de los cardenales, de acompañar el proceso espiritual del cónclave y, si no es elegido él mismo, será quien pregunte al nuevo papa si acepta su elección y cómo desea llamarse.
También es el decano quien suele pronunciar la homilía en la misa «Pro Eligendo Pontifice», justo antes del encierro de los cardenales en la Capilla Sixtina. Su rol es más ceremonial, pero no menos cargado de influencia simbólica.
Una masa electoral plural
Mientras estas dos figuras orquestan el paso entre un pontificado y otro, los llamados “grandes electores” —es decir, los cardenales menores de 80 años— comienzan a llegar a Roma desde todos los rincones del planeta.
Son 135 en total, procedentes de 71 países, y no solo representan a la Iglesia universal, sino que también la redefinen. Italia sigue encabezando la lista con 17 cardenales electores, seguida por Estados Unidos (10), Brasil (7), y luego una constelación de voces provenientes de países tan diversos como Sudán del Sur, Mongolia o Timor Oriental.
Un dato curioso
En esta oportunidad, esa pluralidad no es accidental: el papa Francisco dedicó gran parte de su pontificado a construir un colegio cardenalicio que reflejara la catolicidad real del mundo moderno. Durante su papado, nombró a más de 80 de los actuales electores, la mayoría de ellos de regiones tradicionalmente subrepresentadas como África, Asia y América Latina.
Un camarlengo puede llegar a ser papa
En la historia de la Iglesia Católica, Tres camarlengos han sido elegidos papa: Cosimo Gentile Migliorati (Inocencio VII, 1404), Gioacchino Pecci (León XIII, 1878) y Eugenio Pacelli (Pío XII, 1939).
Otros dos, Cencio, que fueron elegido como papa con el nombre de Honorio III en 1216, y Rinaldo Conti di Segni, elegido papa con el nombre de Alejandro IV en 1254, no ocupaban el puesto de camarlengo para el instante que fueron elegidos (Cencio fue camarlengo desde 1188 hasta 1198, mientras que Rinaldo lo fue desde 1227 hasta 1231).
Redacción: Miguel J. Marcano C.
Información y fotos: National Geographic España
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